Batas blancas, pasillos de hospital
Hay fechas en el calendario que quedan marcadas a fuego, para siempre. Lo nuestro fue un flechazo. Nada más verte comprendí que nuestro vínculo era vital.
Desde muy pequeña empezaste a familiarizarte con batas blancas, pasillos de hospitales, horas interminables de angustia e incertidumbre. Pero eso sí, con tu alegría y tu sonrisa por bandera, a pesar de todos los obstáculos que te iba poniendo la vida, tú te sobreponías y seguías luchando como una guerrera. Eras tan especial para la gente que, aun no siendo familia, te querían y te arropaban y tú se lo devolvías con cariño y alegría.
Siendo muy chiquitita, comprendiste tu problema. Nunca fue un impedimento en tu vida cotidiana y tú misma aprendiste a ser autosuficiente y a no depender de nadie
Han pasado los años y tus ganas de luchar siguen intactas, sobreponiéndote a los obstáculos que te pone la vida.
Aun teniendo capacidad para poder ser universitaria, supiste cuál era tu verdadera pasión, y enfocaste tu vida hacia la profesión que te llena. No dejas de reciclarte cada año para mejorar, siempre para mejorar, siempre para superarte.
Te quiero como hija, pero más te admiro como persona y eres mi referente de lucha y superación. Cada día, cuando me levanto y nos damos los buenos días, me invade ese sentimiento de amor infinito que solo puede sentir una madre.
GRACIAS HIJA POR LLEGAR A MI VIDA.
Ramona