¡Iguales!
Querida Lucía,
Cuando el amor parecía disiparse en una etapa de la vida en que, la rutina, la monotonía y la decepción se apoderaban de mi cabeza y de mi corazón, llegaste tú.
Primero, solo como una noticia… Una maravillosa noticia que nos hizo llorar de alegría.
Aprendimos del amor y a amarnos de nuevo en ti y por ti, poco a poco, a lo largo de nueves meses de espera y aún sin conocerte.
Llamabas a la puerta de la vida y nosotros estábamos allí, esperándote con el alma abierta y sintiendo en ti la esperanza, la alegría, el amor. Un amor que abarcaba a tres -y hasta cuatro generaciones- y que cada día es más y más grande.
Tus ojos y tu sonrisa nos cargaron las pilas cuando estaban casi agotadas. Se avivó la luz de nuestras vidas. Poder estar contigo hacía que cualquier obligación pasase a segundo plano. Todo podía esperar y ser cambiado para darte prioridad a ti.
Tú nos diste la de cal, después, la vida nos daría la de arena. Por suerte ya estabas tú, y las fuerzas para continuar nos las dieron tus ojos y tu sonrisa. El tiempo no se detiene, pasa y nos arrastra sin piedad, pero ahí estás tú, con carácter, exigente, caprichosa, dulce y amorosa. Un corazón abierto en canal, transparente y generoso, entregado, como es, como debe ser el amor.
Doloroso, libre, esperanzador, renovador, incondicional, leal y eterno. Como ese amor nuestro. Como mi amor por ti. En ti estamos Pilar, Marisa, Sara, Paqui, pero también Manuel, Luis, Edgar, Elliot. Tú serás quién y aquello que quiera ser.
Eres la fuerza que nos arrastra, la fuerza que nos empuja. La memoria que nos recuerde y el amor grande que todos nuestros corazones han ido sembrando hasta llegar a ti.
Cuando la vida te abrace, cuando la vida te empuje, en ti estaremos todos, los que estemos y los que no, igual que tú estás en mí.
¡Te quiero mi niña! Tú dirías… ¡yo más! Y tras varios “yo más” diríamos… ¡Iguales!
Marisa
El Prat, 31 de marzo de 2019