Carta

Y ocurrió

Yo sabía que algún día iba a ocurrir. Desconocía el día, el mes o el año.

Después de unos meses tranquilos y alegres para mí, fui a ver a mi Ángel protector y me recetó la poción mágica. Cuál fue mi sorpresa cuando algo que siempre había soñado ocurrió.

Un 25 de octubre, cuando el sol nos decía que se iba a descansar, me dormí y soñé con el amor eterno, el que siempre vela por nosotros y los nuestros.

Vinieron a visitarme, con alegría y con mucho amor, mis hombres queridos. Aquellos que conocí, con los que viví. Otros que de bebé besé y me abrazaban con todo el amor del mundo.

El primero fue mi abuelo Juan. Me dio la mano y hablamos como siempre lo habíamos hecho. Parecía que el tiempo no hubiera pasado. ¡Qué alegría tan grande sentí en mi interior!

El segundo fue mi padre. Tan guapo y tan cariñoso. Me cogió en brazos y me sonrió como siempre. El pecho me estalló por lo feliz que me sentía.

El tercero fue mi abuelo Antonio, al que vi de bebé. Me cogió de la mano y me llevó a su casa para ver su precioso patio, con su hermosa higuera. Barrí las hojas.

El cuarto, mi querido tío Francisco. Me besó y abrazó hasta casi perder la consciencia. Tan galán y jovial, con su bigote años cincuenta

Y por último, mi otro tío Francisco, al que toda la familia conocía como el tío tambor. Era el más pequeñito de todos, pero poseía una gracia, un genio y una fuerza como ningún otro.

Fue una experiencia única volver a ver a aquellos hombres que tanto amé, que seguiré queriendo y velando por ellos. Sé que ellos seguirán cuidándome y velando por mí.

Me quedo cosiendo, con amor y dulzura, todo el amor recibido.

Besitos al abuelo, a papá, al abuelo Antonio, al tío Francisco y al tío Francisco, el pequeñito.

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