Marta le regaló una armadura
Lo notaba.
Sabía que en su vientre se estaba formando una maravillosa revolución. Notaba que era grande y que, pese a no estar segura de lo que pasaría ni de cómo sería, daría la vida por ella.
Pasaban los meses y notaba su movimiento. Era tranquila pera apenas le ponía un poco de música su alma bailaba al son de la melodía. Estaba ansiosa por conocerla y tenerla entre sus brazos. No había en el mundo nada que le hiciera más feliz que imaginarla correteando entre los muebles del salón.
La vida le cambió en un pequeño empujón de emociones, sentimientos y de una vida completamente diferente. Marta no vino con un pan debajo del brazo, pero sí con la certeza de que si Ana no se creía lo suficientemente fuerte, ella le demostraría que era capaz de todo.
Marta le regaló una armadura y una espada para enfrentar esos miedos precoces que le surgían a veces, ella la bendecía con su pecho, su regazo y millones de besos antes de ir a dormir.
Marta le ofrecía fuerza cuando llegaba la madrugada y el insomnio se apoderaba de su sueño y de su imaginación, ella conseguía transformarlo todo para contarle los mejores cuentos que se habían inventado jamás.
Marta tenía las mejores sonrisas para cuando a ella le faltaban las ganas, ella las guardaba siempre por si algún día las necesitaba.
Ana se convirtió en heroína para Marta. Siempre luchadora, incansable, fuerte y libre.
Marta hoy le dedica sus palabras, por ser siempre su carta de amor.
Gracias mamá.
Gracias Ana, te quiero.
Marta