Carta

Consejo de una mujer frente al espejo

Mazagón, diciembre 2019

Me quiero, me cuido, me miro al espejo.

Querida Concha,

Hace muchos años, una mujer mágica me dijo que cada mañana al levantarme me mirase al espejo, sonriese con amor a la imagen reflejada, fuera cual fuese, y acariciase mi rostro con mimo y poniendo el cuidado que una madre pone al acariciar a su bebé.

Entonces mi cara era aún joven y tersa, y no resultaba difícil ser amable ante lo que, impávido, el cristal azogado mostraba.

Y yo me acariciaba… cara, cuello, senos, cintura. Mis dedos se deslizaban con sumo cuidado por todo el contorno de mi cuerpo, y al hacerlo sentía como esas tiernas caricias hacían palpitar con fuerza mi corazón; y al atravesarlo mi alma colmaba mi espíritu.

Y esa fuerza la fui proyectando en todo lo que me rodeaba, móvil o estático. Lo creado era hermoso y merecía ser cuidado, amado, respetado.

Al devenir de las décadas, aquella tersura de mi tez ha ido despareciendo y ha transmutado en arrugas y surcos que han creado las alegrías y las penas, las risas y los llantos; surcos por los cuales se deslizan las lágrimas, ahora de felicidad, mañana de dolor.

Me sigo mirando al espejo cada día. Es un rito, una oración. Acaricio las arrugas y los surcos, los michelines… son mi vida, lo que soy. Yo soy eso, mi creación, mi criatura.

Me amo y me cuido. Soy mi madre, mi amiga y, tantas veces, enemiga a la que tengo que derrotar con el amor y cuidado de mi corazón; yo niña tierna, inocente y querida, la que compartía con los otros, los iguales y los que no. Porque cuando me miro profundamente a los ojos a través del espejo, veo el universo, la eterna y continua creación, donde todos y todas cabemos y me siento con la fuerza inconmensurable que me da la convicción de que a ese ritmo mágico de vida también pertenezco yo. Que no puede existir sin mí y que he de cuidarme y cuidarlo y de esta quizá egoísta manera cuidarte de ti compañero, amiga, que te cruzas en mi camino y que andas las mismas sendas de risas y lágrimas que recorro yo.

Por eso me quiero, me cuido y con esas acciones te estoy cuidando y queriendo a ti. Mañana cuando me levante con mis 78 años vividos, sí, vividos conscientemente, me miraré al espejo, me querré y seguiré cuidándome.

Con todo el amor

Concha Gorostiza Dapena

PD. Hacedlo también, y al unísono entraremos en la eterna rueda de la vida y el amor.

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