Sin categoría / Volumen 6

El rincón en el que florecía el geranio

Hoy te escribo para decirte lo mucho que te extraño, lo mucho que me hubiera gustado compartir contigo tantos momentos, pero no pudo ser. No pasa nada. Yo sé que siempre estás conmigo, aunque siempre tengo esa nostalgia de lo que pudo haber sido.

Cada día estoy más orgullosa de haber tenido una madre como tú, porque has dejado una huella imborrable en todos los que te conocían. Es maravillosa ver cómo te recuerdan con tantísimo cariño, y siempre me cuentas cosas bonitas. Para mí es una inyección de cariño, la verdad es que me encanta escuchar tantas cosas sobre ti. Y lo más importante para mí es cuando me dicen que me parezco a ti. Eso es una emoción indescriptible.

Disfruto cuando la costurera me cuenta que siempre relatabas con las madres cuando les hacían el traje de gitana a las niñas. Les decías que estaban locas con el calor que hacía y las niñas tan pequeñas, y cuando yo nací me hiciste el traje. Ella te preguntaba y ¿ahora qué? Y tú le dijiste “ahora más loca que ninguna”. Lo que disfrutarías esos días.

En fin, qué decirte que no sepas ya. Yo sé que me cuidas y me acompañas siempre, y estarás a mi lado toda la vida, y me esperarás hasta el día de mañana.

Mientras, te visitaré como siempre en tu rinconcito. Aquel donde estaba aquel geranio rojo, muy rojo que te encantaba a tu, y a la abuela.

Hasta mañana, hasta luego, hasta siempre.

Rocío

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